Elmer no es como los otros elefantes de su manada. Aunque parezca difícil de creer, es un elefante de mil colores: verde, azul, blanco, rosa, amarillo... !Impresionante!, ¿verdad? Pero a Elmer no le hace ni pizca de gracia ser así, más bien está harto de ser distinto, así que un día decide escaparse de la manada y buscar un remedio para poder tener el mismo color se piel que los demás.
Este cuento, aunque parezca muy simple, no lo es. Tiene mucho que enseñar, de lo más básico a lo más complejo. Tienen colores y animales, pero también educa sobre la tolerancia, la diversidad y el compañerismo. Incluso me atrevería a decir que habla de la autoestima.
Nos enseñan la importancia de ser tú mismo, si no lo eres, todo lo de tu alrededor cambia.
El libro es de tapa dura con 32 páginas divertidas y llenas de colores. Los dibujos son grandes y complementan al texto. Esto hace un libro perfecto para niños de +3 años.
Sigo insistiendo en que leer libros es mejor que leerlo por Internet, pero no todos nos lo podemos permitir, por lo que dejo el cuento abajo:
Había una vez una manada de elefantes. Había elefantes
jóvenes, elefantes viejos, elefantes gordos, elefantes altos o elefantes
flacos. Elefantes así y asá, todos diferentes, pero todos felices y del mismo
color. Todos... menos Elmer.
Elmer era distinto. Elmer era multicolor. Elmer era
amarillo. Y naranja, y rojo, y rosa, y morado, y azul, y verde, y negro, y
blanco.
Elmer no era de color elefante.
Y era precisamente Elmer el que hacía reír a los demás
elefantes. Unas veces Elmer les gastaba bromas y otras veces ellos se las
gastaban a él. Elmer era el responsable de casi todas las sonrisas de sus
compañeros de manada.
Una noche Elmer no podía dormir porque se puso a pensar,
y el pensamiento que estaba pensando era que estaba harto de ser diferente.
"Quién ha oído nunca hablar de un elefante de
colores", pensó.
"Por eso todos se ríen cuando me ven".
Por la mañana temprano, antes de que la manada terminara
de despertarse, Elmer se marchó, sin que nadie se diera cuenta. Caminando por
la selva, Elmer se cruzó con muchos animales.
Todos le decían:
"-Buenos días, Elmer"
Y Elmer siempre sonreía y respondía:
"– Buenos días."
Después de una larga caminata, Elmer encontró lo que
buscaba: un gran arbusto. Un arbusto enorme repleto de bayas; bayas de color
elefante. Elmer cogió el arbusto con la trompa y lo sacudió una y otra vez para
que las bayas se desprendieran de las ramas.
Cuando el suelo estuvo cubierto de bayas, Elmer se tumbó
y empezó a rodar una vez y otra vez, para un lado y para el otro, y vuelta a
empezar.
Luego fue cogiendo racimos de bayas y fue frotándose todo
el cuerpo con ellos hasta que no quedó ni rastro de amarillo, de naranja, de
rojo, de rosa, de morado, de azul, de verde, de negro o de blanco.
Cuando terminó, Elmer tenía el aspecto de cualquier otro
elefante.
Entonces, Elmer emprendió el regreso hacia la manada. Por
el camino, se volvió a cruzar con los demás animales. Pero está vez, todos le
decían: – Buenos días, señor elefante. Y Elmer sonreía y respondía, contento de
que no le reconocieran: – Buenos días –.
Cuando Elmer llegó donde los demás elefantes estaban,
todos descansaban tranquilamente. Ninguno de ellos se dio cuenta de que era
Elmer quien se abría paso hacia el centro de la manada.
Al cabo de un rato, Elmer se dio cuenta de que algo raro
sucedía. ¿Pero qué? Miró a su alrededor: la misma selva de siempre, el mismo
cielo azul de siempre, la misma nube de tormenta que iba y venía de siempre, y
por último, los mismos elefantes de siempre. Elmer se los quedó mirando. Los
elefantes no se movían en absoluto; Elmer nunca los había visto tan serios. Y
cuanto más miraba a aquellos elefantes serios, quietos, y callados, más risa le
entraba. Al final, no pudo aguantarse más. Levantó la trompa y gritó con todas
sus fuerzas: ¡¡¡ Buuuh!!!
Los elefantes quedaron patidifusos.- ¡Por todas las
trompas!-exclamaron mientras Elmer se partía de risa. -¡Elmer! Seguro que ha
sido Elmer-. Y todos los elefantes rompieron a reír como nunca antes lo habían
hecho
Y mientras se reían, empezó a llover. A medida que las
gotas de lluvia caían sobre Elmer, iban dejando al descubierto sus colores. La
lluvia ya había limpiado a Elmer por completo, y los elefantes aún seguían
riéndose.
"- Elmer- dijo un viejo elefante, entre carcajadas-,
nos has gastado muchas bromas, pero esta ha sido la más divertida".
"-Tenemos que conmemorar este día todos los años-"
sugirió otro.
–Será el Día de Elmer. Todos los elefantes se harán
dibujos en la piel y Elmer se pintará de color elefante.
Y eso es precisamente lo que hacen.
Un día al año, se pintan de colores y desfilan.
Ese día, si por
casualidad ves un elefante con la piel de color elefante, seguro que es Elmer.
Karmina Baulhassani
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